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Ser empático con el dolor ajeno es virtud humana, pero tiene un requisito, la víctima deberá nacer a nuestra semejanza. Pero qué pasa si quien sufre tiene la piel de color verde, savia en lugar de sangre y retoños en lugar de hijos. Pasa que no duele, pasa que se nos olvida que somos la misma cosa.






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